Durante meses combatieron, ardientes luchas, sangrantes heridas y él…se negaba a volver, pasó un año de sequía, 365 días y una noche…y regresó. Llegó a esta tierra, a esa que el llama “refugio”, llegó sonriendo en calma, más maduro y menos impaciente…creció.
Se sentía cambiado, sereno, en paz, creyó haber dejado atrás esos sueños… esos donde tu tenías caballo, espada y te vestías de gris (porque el azul no te queda), creyó que ya no brotaría ni una letra, no más… no más escritos en rojo, no mas pensamientos impetuosos, ni deseos ardientes, no. No más suspiros ni besos que volaban hacia tu ventana, no más madrugadas en vela ni esa tristeza en el alma, cuando llovía…
Y si embargo…aquí está, fiel compañero de rojo color y latidos anhelantes, ansioso de volver a sentir, de alimentar mis letras, mis amores, de acompañar mis ilusiones y esperanzas, de amenizar mis noches de poco sueño, siempre dispuesto a darme ánimo, para sentarme frente a esta ventana al alma y simplemente escribir…