He estado absolutamente ausente de este pequeño gran universo y al ver mi correo he sentido el cariño y la preocupación sincera, de algunas personas que aún no llego a ver frente a mí, pero que sin embargo, considero “mis amigos”.
Ocurre así, de la nada y cuando todo parece en calma…que la vida decide tomarnos por los hombros y sacudirnos con fuerza...y en ocasiones la fuerza es tanta, que duele y nos toma un tiempo reaccionar, de hecho...creo que recién lo estoy haciendo. He pasado por muchas cosas dolorosas y difíciles en los 33 que cargo, pero sin duda, nada se puede comparar a sentir la impotencia, el miedo y el dolor de ver sufrir a mi niña.
Mi pequeña princesita sufrió un accidente serio, una quemadura con una taza de te, que su madre pensaba tomar...Y juro, que aún después de una semana, el sentimiento de culpa me oprime el pecho y me hace llorar. Durante estos días, me han repetido mil veces...”pudo ser peor”, y es cierto. Sin embargo cada vez que escuché esta frase pensé, que cuando se trata de nuestros hijos, lo que están viviendo se siente como “lo peor” y definitivamente y de manera bastante egoísta quizás...nada más cuenta.
Como padres, nos cuesta visualizar que hay cosas mucho mas graves, porque cuando ves sufrir a un hijo, cuando llora por que siente dolor y está asustado y tus brazos y tus palabras de amor no consiguen mitigar ni un granito, ese dolor y ese miedo...en ese instante, nos sentimos absolutamente abatidos, desesperados y asustados, tanto que quizás llegamos a sentir mas miedo que nuestros propios pequeños, porque no logramos darles, lo que por naturaleza nos brota...protección.
Hoy quise escribir, porque recibí importantes muestras de cariño y preocupación por mi ausencia y porque mi hija logró recuperarse en un tiempo increíblemente corto de una lesión de gravedad. Al comienzo los diagnósticos hablaban de diez o quince días y ella lo logró en siete...por eso sus médicos la llamaban “Martina la valiente” y ella, al igual que sus papás, se siente orgullosa de ello. Ahora solo queda la fase mas larga que es cuidar su piel con las cremas adecuadas por un período largo de tiempo.
Y me cuesta describir como nos hemos sentido como padres, en estos días...se nos movió el piso y de que forma...sabemos que reaccionamos a tiempo, que hicimos lo correcto, pero aún así, inevitablemente, como mamá...hoy me sobran miedos y cuestionamientos.
Pasamos los días queriendo y deseando ser buenos padres, siento que la mayoría de nosotros intentamos de verdad lograr el equilibrio en esta tarea de vivir, ser buenos...como seres humanos, como hijos, como amigos, como pareja y amantes, como madres y padres para nuestros hijos, educarlos bien, con un gran cariño, con un infinito amor, pero también con cierta firmeza, para lograr un fin mayor que ningún otro...tener grandes y bellos seres humanos. Pero, y que pasa si en el camino de esta tarea, algo les pasa a nuestros hijos? Es nuestra misión cuidarlos y velar por su seguridad y bienestar, entonces, cuando a un hijo le ocurre algo tan grave, estando al lado tuyo, que queda? Como la protejo de todo lo que hay fuera de nuestra casa? Como la cuido cada segundo de vida que no está a mi lado? Como superviso que no se acerque a cada potencial peligro que la rodea en su entorno? Y preguntas como éstas, dan vueltas por miles en mi cabeza, cada noche...el miedo a que le vuelva a pasar algo terrible, me persigue y atemoriza.
No dejo que ella lo note...en realidad no dejo que nadie lo note, pero mañana volverá a su jardín infantil, porque se, “que así debe ser”, que la vida debe volver a su normalidad, porque ella está tan feliz y alegre como siempre, llena de inquietudes, de preguntas, de caprichos, de sonrisas, de besos dulces, de fortaleza, de amor, de ternura, pero aún así...soltar su mano mañana, será un gran desafío. Si siguiera mis cobardes impulsos, la dejaría conmigo para siempre, a mi lado a cada instante, de mi mano, abrazada a mi, acurrucada en mi pecho, durmiendo conmigo…pero, no, no puedo ni debo hacer eso, así que seré fuerte y la dejaré en su jardín.
Esta noche siento que estoy respirando todo el aire que necesito, otra vez...porque durante siete días, no hice mas que mirar el mundo a través de sus ojos, conseguí reír de verdad, solo cuando ella lo hacía...aunque para ella siempre tuve sonrisas y juegos. Dormí a ratos, vigilando su sueño y lloré lo que tuve que llorar, cuando ella dormía profundo, porque mi hija necesitaba a su mamá alegre, fuerte y con una caja de entretenciones para ella, porque tuve que mantenerla lo más quieta posible y eso, tratándose de mi niña bella...es una tarea complicada.
Hemos superado un golpe duro y nadie sabe, cuantos mas pueden venir. Solo puedo agregar que nunca el amor y los cuidados que les damos a nuestros pequeños, serán suficientes, que no hay que darles “solo el tiempo necesario”, cuando se trata de jugar con ellos, de decirles cuanto los amamos, de compartir, de correr por el pasto, de hacer pasteles de barro, de jugar a la pelota o simplemente...de abrazarlos, porque somos tan pequeños en el universo, tan indefensos frente a los hechos y tan impotentes frente a las consecuencias, que cada segundo de vida cuenta, para que ellos sepan que aunque los papás no siempre podremos quitarles el dolor o el miedo…estaremos ahí, tomándoles la manito con fuerza, secándoles las lágrimas, hablándoles al oído para intentar calmarlos, cantándoles alguna de sus canciones favoritas, leyéndoles uno de sus cuentos preferidos, haciendo payasadas para hacerlos reír o sencillamente...viéndolos dormir, porque...los amamos.


Un beso para quienes estuvieron pendientes de mi silencio, gracias…el cariño es mutuo.