6:20 p. m.
Salí de mi casa, tenía hora al médico y desde que subí al colectivo, comenzaron las sorpresas. Parece que hay días en que las personas tenemos “sed de comunicación”.
Buenas tardes, me deja en Integramédica?....”claro que si poh damita” (un señor de unos 70 años), me subo, estamos solos y de pronto me dice “y tan jovencita y al médico” (y yo pienso que a este señor me lo llevo para la casa, para que me suba el ánimo a diario, ja!) Aunque usted no lo crea, estoy llena de achaques, respondo. “Pucha mijita, que me queda a mi entonces”, así comenzamos a conversar, un hombre esforzado como muchos en este país, quedó viudo hace un par de años y aún no logra dejar de extrañar a su mujer, sus hijos todos con su propia vida, tiene nietos, pero como los hijos tienen vidas tan de ciudad, poco y nada los ve, porque “ellos no tienen tiempo de venir a verme”. Un tesoro este tata, un dulce hombre, con sus manitos manchadas y su pelo cano.
Llego al centro médico y como es habitual entre los señores de la medicina, el doc está atrasado, yo tengo hora a las 15:20, pero resulta que a las 15:20, recién entra la paciente de las 14:30….Uf!, pero bueno antes de entrar, ella y yo también hablamos, una chica buenamoza, morena, 31 años, dos hijos y pasando por un muy mal período en su matrimonio. Mientras Paty entra con el doctor, la señora que está a mi lado (con una obesidad mórbida y carita alegre), me dice que ella se atiende con el doctor hace cinco años, comienza a hablar y yo, al comienzo contesto solo con monosílabos, me gusta hablar y escuchar, pero a veces solo quiero guardar silencio. Pero ella sigue y su cara simpática y su espontánea manera de ser me termina conquistando, me cuenta que se le quedo el carné en un juzgado, al que fue hace unas horas, me dice que estaba haciendo una demanda en contra de un hombre que la estafó. Yo no indago mucho, pues no me gusta, pero ella necesita hablar y sacar sus penas y en unos instantes le corren las lágrimas cuando me cuenta que su marido murió (enfermo por culpa del asbesto) hace siete meses, y que a los dos meses de morir el, apareció un tipo que cantaba rancheras y trato de conquistarla, al parecer era un vecino que conocía hace años, la llenó de canciones, de vez en cuando flores y comidas y ella se creyó el cuento. El tipo la hizo sentir importante…como hacía mucho no se sentía. Y ella cayó y le prestó dinero, no una, varias veces y le compró cosas con sus tarjetas de crédito y todos le decían que era un fresco, pero ella estaba presa de la fantasía y no pudo ver la realidad. Siento su tristeza, me cuenta que el tipo le debe mas de 500.000 pesos, pero lo que más le duele no es la estafa en dinero, es el engaño a su corazón, a su autoestima, a su sonrisa…ella llora y yo no la conozco, pero le doy todos mis pañuelos desechables y le digo que no deje de quererse, que saldrá adelante, pero en el fondo, su dolor me llega al alma.
Se va la señora Verónica y llega un matrimonio de abuelitos, adorables!....ella inicia la conversación preguntándome donde compré mis sandalias y agrega que son muy lindas, pero muy altas para ella. Luego suena mi celular y el abuelito sonríe mientras dice en tono de complicidad “la están controlando”, me río y le digo que no, que mi pareja no me controla, que casi no me llama durante sus horarios de trabajo, el abuelito me mira y con su carita dulce y pícara y dice “Mire usted, si yo fuera el, estaría más pendiente”, es muy bonita dice (otro que me llevo para la casa, pienso jajaja!). Me preguntan cuantos años llevo en pareja, si tengo hijos, me dicen que las niñitas son adorables, que ellos siempre quisieron una niña, pero que solo tuvieron dos hombres. Que ahora viven solos, pero que tienen “un niño”, un perrito, “kiltro" (dice ella), "pero es un chiche”.
Me hablaron de sus hijos, recordaron su matrimonio, se rieron con los caprichos de mi hija y con las travesuras que les conté, me llenaron de consejos para soportar el matrimonio “en buena” y de buenos deseos al despedirnos.
Y me voy, salgo del centro médico y pienso porque las personas tenemos tanta necesidad de comunicarnos, aunque sea con quienes no conocemos y a los que, probablemente no volveremos a ver.
Solo vine a ver a un médico y me llevo los nombres y los rostros de todas estas personas. Me llevo sus palabras, sus confesiones, sus alegrías y sus penas, las lágrimas de una mujer muy herida, los consejos sabios de gente que ha vivido más que yo. La penita disfrazada de comprensión, que tenía aquel abuelo que manejaba el colectivo, porque el comprende que lo visiten poco, pero le duele. La esperanza de una mujer joven, de resolver sus problemas de pareja, pronto.
Cada uno carga con sus problemas, con sus anhelos y tristezas, así como también con sus alegrías y esperanzas.
¿Como ocurre que todos los que estábamos ahí, a la espera, terminemos conversando, sobre tanta cosa diferente?....porque hay personas que nos dan la confianza suficiente para hablar?...porque elegir a un desconocido para contar nuestros dolores?...Solo se que a cada uno de ellos, le entregué tiempo, le regalé una sonrisa, los escuché con respeto e intenté darles un poco de simpatía y dulzura. Y…se siente bien.