5:41 p. m.

Tierra, pasto, limones y cosquillas

Hace días quería arreglar el patio, darle un respiro a mis plantitas, un tanto abandonadas por el paso del invierno…si no las cuido, la "mala hierba", se apodera lentamente de sus ramitas y brotes nuevos. Me gusta mi pequeño jardín, mi patio, el verde de las hojas…todos los verdes imaginados y más. Cuidar de mis flores, me hace sentir bien, me alegra, más porque, cuando llegué a esta casa, solo había tierra, tierra seca y descuidada…entonces hoy, cada tallo, hoja, flor y pétalo, es fruto de mi cariño, de mi dulce porfía por ver crecer algo ahí, en el suelo abandonado y claro está, de la maravillosa naturaleza y su generosidad.

El pasto estaba muy largo y descuidado, creció sin límite alguno por mas de dos o tres meses…se veía muy verde, eso sí, y los días en que había viento, ese que sueles ser tú…se dejaba llevar, con movimientos regalones, como suelo hacer yo.

Salí cerca de las once de la mañana, el aire era fresco, todo un exceso primaveral, el ambiente cálido y luminoso de mi patio me llamaron a tomar herramientas y comenzar la tarea…mi gran aliada, la cortadora eléctrica y mis fieles mosqueteros, el rastrillo, la pala y la manguera estaban tan contentos como yo de trabajar para embellecer o quizás para dejar que la belleza natural, luciera en todo su esplendor.

Después de un buen rato de cortar, juntar, recoger y embolsar pasto y ramas, me detuve para tomar agua….mucha agua, mejor que cualquier bebida…cerré los ojos unos segundos y sentí una brisa suave, deliciosa, que me llenó del aroma del pasto recién cortado (también me llenó de estornudos, picazón de ojos, lágrimas y todo aquello propio de una alergia primaveral), ese aroma, me llevó a hacer algo que amaba cuando era niña…me saqué las zapatillas, los calcetines y caminé por un rato “a pie pelado” sobre mi querida tierra. Cuando era niña...¿recuerdas que te lo conté un día?, me gustaba mucho hacer esto, era casi una prohibición de mis abuelas, por lo típico…que te puedes resfriar, que puedes hacerte una herida en un pié, que una abeja te puede picar, etc., etc…todas razones muy válidas, pero cuando uno es chico, esas cosas no tienen ninguna importancia frente a cumplir el deseo de hacer algo que nos gusta.

Era así, cada vez que podía, me arrancaba al jardín de la casa de mis abuelas, que era hermoso, amplio y lleno de aromas deliciosos, rosas, narcisos, fucsias, jazmines, calas, gladiolos….que belleza!, adoraba ese jardín, además había dos limoneros que daban una cantidad de jugosos limones, mmm...que rico!, caminaba descalza un rato, luego, me sentaba en la terraza, y comía limones con sal...era tan simple ser feliz, en ese tiempo.

Bueno, como siempre los recuerdos se apoderan de mis palabras…es que era tan lindo ser niña, fue una época tan mágica, ojala para mi hija sea igual…me río al decir esto, porque, cuando estaba disfrutando del contacto de mis pies con la tierra y el pasto…apareció ella, mi niña, se quedó mirándome unos segundos, luego sus ojos se iluminaron y su sonrisa hizo brillar su carita bella ¡Mami, estas a pie pelado!...yo también quiero! Y mientras decía esto, ya se sacaba los zapatos…No, hijita, no te saques los zapatos! No, no, deja de tirarte los calcetines!, por favor no te los saques, te vas a enfermar, todavía no hace tanto calor….de pronto me di cuenta de lo absurdo que era decirle todo esto a mi hija, mientras yo estaba ahí, parada en el pasto y descalza…mi responsabilidad maternal estaba enojada con mi despreocupada espontaneidad, pero que mas da?....es cierto, si yo me enfermo, nadie tiene la obligación de cuidarme, ni de amanecerse con mi tos o mis nariz tapada, solo es mi responsabilidad…pero si ella se resfría, la que se amanece, duerme poco y se angustia en exceso, soy yo. Que hacer?

Llanto, sí, llanto y lágrimas de mi hija…¿pero mami, como tu?...cuando dijo eso, sentí que era muy injusto disfrutar de mi placer sin dejarla a ella sentir lo mismo. Hablamos y le dije que podía estar en el pasto, “a patita”, dos minutos y ella dijo “si, mami, y nada más, te lo prometo”, su padre pensó que era una locura y que no podía ser que yo, que era una mujer grande hiciera estas cosas sabiendo que mi hija querría hacer lo mismo. Que latero! Dije yo, pero, entre nosotros, creo que tenía razón. Frente a su mirada de desaprobación mi hija y yo nos paramos descalzas en el pasto, por dos o tres minutos, ella se reía mucho y decía que le daba cosquillas en las patitas, fueron solo minutos pero estuvimos tan contentas…en el último instante, mi pequeña princesa, miró a su papá y le dijo, ¡papi, ven, sácate los zapatos!...el papi, puede ser un poquito cuadrado, a veces…pero no se puede resistir a la dupla mamá e hija, ja ja!. Si, terminó en el pasto a patita pelada con nosotras.

Fue un momento muy lindo, todos estos días han sido muy hermosos, unas pequeñas vacaciones, llenas de cariño, regaloneo, tranquilidad y alegría. Sé que tengo que cuidar a mi hija, preocuparme por su salud y bienestar, como siempre lo hago…pero también quiero enseñarle a disfrutar de las cosas pequeñas, de los momentos especiales, de la tierra y del sol, de la locura en gotitas, gotitas que llenan la vida y que la hacen especial.

4 piensan así...:

Indianguman dijo...

Me llena de una profunda alegría leer esto tan verdadero y cotidiano y no por eso menos maravilloso. Amor, primavera y pies pelados, qué mejor.

besito

Evora dijo...

Indianguman...tus visitas son siempre tan cálidas y agradables. Ya estas en mis lecturas habituales, así que nos leeremos seguido.

Que lindo resumen, amor, primavera y pies pelados....muy bello.

Gracias, un besito

Rafa dijo...

hoy ando goloso...


...me quedo con todas tus letras !!!






Besos

Evora dijo...

Uy!...yo suelo ser siempre golosa, no solo algunos días.

Me quedo contigo!!!

Besos van